Hipolito Adolfo Marte

Hipólito A. Marte was born on September 27, 1935, to Hipólito Marte Sr. and Delia P. Villanova, in the sunlit plains and coastal breezes of Monte Cristi, Dominican Republic.

The young boy, who in his youth was no doubt shy and unassuming, would eventually grow up to become a God-fearing man—pious, of quiet conviction. His absolute joy was in standing at the pulpit—his deep, sonorous voice rising and falling to the pulse of inspiration. A preacher man through and through, he relished the chance to share what he knew from those worn, dog-eared, marked-up pages of his old King James Bible.

There was a hymn he used to sing, written in 1874, called “Master, the Tempest is Raging.” It recalls an experience of Christ and His disciples, where a storm threatened to capsize their boat. Panicked, the disciples pled for their lives, momentarily abandoning their faith. But Jesus, with calm authority, rose to rebuke the wind, saying, “Peace, be still”—and surely the storm ceased.

The lesson within the hymn is one of trust in divinity, even amidst life’s most turbulent storms. Like most of us, Hipólito was not unfamiliar with such storms. But his faith was the anchor that steadied him.

Spanish  version:

Hipólito A. Marte nació el 27 de septiembre de 1935, hijo de Hipólito Marte Sr. y Delia P. Villanova, en las soleadas llanuras y las brisas costeras de Monte Cristi, República Dominicana.

El joven, quien en su niñez fue sin duda tímido y reservado, eventualmente crecería hasta convertirse en un hombre temeroso de Dios, piadoso y de convicción serena. Su mayor gozo era estar de pie en el púlpito, donde su profunda y sonora voz subía y bajaba al ritmo de la inspiración. Un predicador en cuerpo y alma, se deleitaba compartiendo lo que sabía de las gastadas, desgastadas y marcadas páginas de su vieja Biblia Reina-Valera.

Había un himno que solía cantar, escrito en 1874, llamado “Maestro, se encrespan las aguas.” Este himno recuerda una experiencia de Cristo y sus discípulos, en la que una tormenta amenazaba con volcar su barca. Atemorizados, los discípulos clamaron por sus vidas, abandonando su fe momentáneamente. Pero Jesús, con serena autoridad, se levantó y reprendió al viento, diciendo: “¡Calla, enmudece!” —y al instante, la tormenta cesó.

La enseñanza del himno es confiar en la divinidad, incluso en medio de las tormentas más turbulentas de la vida. Como muchos de nosotros, Hipólito no desconocía tales tormentas. Pero su fe fue el ancla que lo sostuvo firme.